El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ambiental son temas que hasta hace unos años no eran de interés general, pero que hoy en día marcan la agenda política y empresarial a nivel internacional.
En Argentina
En la Argentina tiene un gran potencial para ser producida en la región pampeana en el período invernal, en superficies donde suele hacerse un barbecho largo, ya que se siembra en junio/julio y cosecha en octubre/noviembre. Esto es ideal, ya que después de su cosecha hay suficiente tiempo para que precipitaciones primaverales rellenen el perfil de suelo antes de la siembra de los próximos cultivos.
La Camelina se siembra a poca profundidad (6-8 milímetros). La fertilización recomendada del cultivo está compuesta por una fertilización de base de fósforo y posteriormente un ajuste por nitrógeno. Se caracteriza por tener un buen stand de plantas y por tanto buena competencia contra malezas. Debido a la falta de herbicidas post-emergentes registrados, el control de malezas con pre-emergentes es especialmente importante (Obour et al., 2015). Hasta ahora la aplicación de Glifosato y Trifluralina ha demostrado buenos resultados.
La Camelina es susceptible al hongo Mildiu, lo cual potencialmente podría reducir los rendimientos (Obour et al., 2015). Si bien expertos de Camelina en el país aseguran que no hay mayores inconvenientes durante la cosecha, sí se debe tener en cuenta posibles atascos de la cosechadora, una compleja regulación del caudal de aire (debe ser bajo porque la semilla es muy chica) y por tanto un difícil resultado de limpieza de semillas (Obour et al., 2015). Rindes promedio a nivel mundial son de 1410 kg/ha (Neupane et al., 2022) y en Argentina hasta ahora se han experimentado rindes del orden de 1200 kg/ha.
Desafíos
Un desafío de este cultivo es que debe certificarse para poder venderlo. Tramitar estas certificaciones es una tarea a la que muchas empresas no están acostumbradas, aunque es algo que de cara al futuro que probablemente haya que implementar cada vez más y para distintos cultivos.
Otro desafío es que, al ser un tema en auge, el mercado de la Camelina aún no está desarrollado, por lo que no tiene un precio de mercado. Hoy en día hay empresas que le pagan al productor un bono por sembrar y adquirir experiencia con el cultivo (independientemente de lo que se coseche), que es en general más rentable que hacer un período de barbecho largo.
Por la poca experiencia que hay en el manejo de este cultivo en la Argentina, es recomendable implementarlo en superficies pequeñas a modo de ensayo para ir aprendiendo a campo y a través de la experiencia sobre la viabilidad de producción de este cultivo en la zona donde uno se encuentre.
Nuevo paradigma
Interpretar la implementación de este cultivo como uno más en la zona sería un análisis incompleto y superficial. Primero porque es un cultivo sembrado a gran escala para producción de energía de primera generación (especialmente usado como combustible de aviones) y no de alimentos. Segundo porque propone el cambio de paradigma de producción agrícola en Argentina desde un sistema simplificado a uno de intensificación sustentable.
La “simplificación del sistema” que incluye baja rotación de cultivos, el período de invierno con suelo desnudo (conocido como “barbecho largo”), y las altas aplicaciones de insumos externos traen consecuencias negativas, sumando a esto las complejidades actuales del cambio climático (Jägermeyr, 2020). Estos problemas incluyen la erosión-, la compactación-, y la salinización del suelo, el aumento del riesgo de contaminación por herbicidas y fitosanitarios, el aumento de especies de malezas y plagas tolerantes a los productos herbicidas y fitosanitarios, desequilibrios de nitrógeno y fósforo que producen contaminación local debido a la eutrofización o la disminución de la fertilidad, pérdida de materia orgánica, pérdida de biodiversidad, eventos de lluvias más frecuentes e intensos y una tendencia hacia un clima más seco
Beneficios
1. Se aumenta la biodiversidad sobre y dentro del suelo. Hay más macro-, meso-, y microfauna que es importante para mantener la calidad del suelo y los ciclos del agua y los nutrientes (Kremen & Miles, 2012). Un ejemplo importante es que la diversidad y cantidad en microbiología logra que el fertilizante aplicado esté en forma disponible para las plantas.
2. Se mejora la calidad del suelo. Las características físicas, químicas y biológicas del suelo se ven mejoradas por tener el suelo cubierto todo el año, tener distintas raíces (en tamaño y forma), generar más materia orgánica joven y aumentar la biodiversidad, entre otros (Kremen & Miles, 2012).
3. Existe mayor regulación de nutrientes. Como en el caso anterior, distintas especies de biología de suelo logran poner de forma disponible nutrientes que antes no eran accesibles para la planta, por su profundidad o composición química. Una mejor estructura y capacidad de retención de agua del suelo contribuye a que menos nutrientes lleguen a capas profundas donde la planta no las puede alcanzar (“lixiviación”).
4. Las malezas compiten con el cultivo, lo que se traduce en una menor y más débil emergencia de malezas (Schipanski et al., 2014). Se disminuye la probabilidad de que surjan malezas y plagas resistentes, por mayor diversidad genética.
5. Se mejora el control de plagas. Al haber distintos cultivos, los insectos que afectan a cada uno son distintos y en parte se regulan entre ellos. Tener mayor variedad de plantas lleva a mayor variedad de especies de insectos y por tanto ralentiza la propagación de una sola especie en tiempo y espacio.
6. Mayor facilidad en el manejo de enfermedades (Schipanski et al., 2014). Bajo la misma lógica mencionada en el punto anterior, los hongos, virus o bacterias que causan enfermedades a cada cultivo son distintos, y aumentar la diversidad de cultivos lleva a aumentar la diversidad de los causantes de enfermedades, logrando que ninguna especie se propague demasiado en tamaño de población y por demasiado tiempo, generando un equilibrio y control mayor de las poblaciones.
7. Se aumenta la polinización. Por medio de más variedad de cultivos, se atraen más insectos polinizadores, generando más flores con distintos momentos de floración, lo cual aumenta los rindes de los cultivos. Paralelamente, genera posibilidades de desarrollar economías regionales como la Apicultura.
8. Hay mayor resiliencia a inundaciones. Por una mejor estructura de suelos, el mismo puede infiltrar el agua con más velocidad, disminuyendo que el agua corra por la superficie. Además, el suelo tiene mayor estabilidad de los agregados, lo cual contribuye a la infiltración y a la capacidad de retención del agua
9. Al mejorar distintas características del suelo, tanto físicas como químicas y biológicas, al igual que otros servicios del ecosistema como la polinización, los sistemas productivos mejoran de forma notable su performance económica, aunque esto no se vea reflejado en ingresos directos al productor ya que los servicios ecosistémicos no son, aún, remunerados. No obstante, determinados factores como el aumento en los rendimientos de los cultivos de renta y la disminución en el uso de fertilizantes, con su consecuente menor gasto en compra de insumos, representan beneficios directos y palpables. Debido a que dichos rendimientos y esquema de fertilización varían de forma temporal, geográfica y dependiendo de los sistemas de producción elegidos, podemos destacar que la mejora económica es potencial y merece un análisis extensivo según cada caso.
10. Al generar puestos de trabajo, tanto de forma directa como indirecta, contribuye al desarrollo de economías regionales y locales, fortaleciendo el tejido social de la zona donde se desarrollen.